Mort
CAPÍTULO 2: RACIONES DE FILOSOFÍA Y GROG
En la vida existen una serie de momentos, que en el instante en que los estas viviendo, ya sabes que van a cambiar tu percepción de las cosas.
SeGuiR LeYeNDo...
Haciendo algo de memoria puedo contar algunos de ellos. Como aquella vez que decidí cambiarle el look al gato de la vecina usando la maquinilla de afeitar de mi padre. O esa vez que, haciendo caso omiso a los avisos de todo aquel con el que me crucé en los pasillos, entré a la ducha con el walkman puesto.
Tal vez el momento cebolleta que más profundamente me marcó, fue cuando me desperté totalmente desorientado, con un vestido de tutú y en la bodega de un barco en pleno puerto pesquero. Ahí empecé a sospechar que tenía un problema con la bebida.
En el transcurso de mi corta vida, sabia reconocer perfectamente esos momentos, así que no me costó mucho llegar a la conclusión de que en ese instante, delante de aquella desconocida las cosas ya no volverían a ser lo mismo.
Era Medio día, un sol de justicia y yo con el traje puesto. Sudaba más que Pavarotti en plena actuación, y para colmo tenia que escuchar las penurias de una desconocida.
- A todo esto- , le dije con todo el ánimo de reconducir la conversación a mi terreno, - ¿Cómo te llamas? -
- Mort.
- ¿Moorg? , curioso nombre.... ¿es francés?
- No!, Morg no!, he dicho MORT! - me rectificó con su profunda voz hueca.
Vaya, he tocado un punto sensible, parece que a ella tampoco le gustan los franceses, como a mi padre. Después de todo, debe de ser algún pariente lejano...
Entonces lo vi claro, y tuve que tomar una decisión. Un hombre tiene que hacer lo que tiene que hacer, y llegado a tal punto como en el que yo me encontraba, tuve que hacerlo...
- Bueno Mooort - intenté afinar el acento para que no sonara muy francés... - esta conversación la tenemos que continuar en un lugar donde el sol no me produzca alucinaciones. ¿te puedes creer que me ha parecido que tienes huesos en vez de manos?.
Mort no dijo nada. Se quedó quieta como una estatua sin emitir respuesta, y eso en mi pueblo es una afirmación en toda regla. Así que nos pusimos rumbo a la única tasca que sabia que no cerraba ni aunque el mismo dueño estuviera difunto: La Taberna de Perl.
Hace muchos años que conozco a Perl, y puede ser muchas cosas, pero un buen camarero seguro que no. Su falta de tacto con la clientela es bastante patente, y el hecho de que te amenace de muerte una media de 5 veces por ronda, es buena prueba de ello.
Pero a pesar de todo, el muy condenado tenia la mejor bebida clandestina de toda la ciudad. Un brebaje de fabricación casera y de su propia invención al que él mismo había bautizado como Grog.
Por el camino no pude dejar de fijarme en como un gato callejero, sin duda atraído por Mort, nos estaba siguiendo. De esa forma tan sigilosa que solo los felinos parecen conocer, llegó a nuestro lado, mientras se rozaba con los bajos de la túnica. Al instante empezó a ronronear hasta que lo cogió en brazos y lo acarició.
2 comentarios:
jo jo jo Me gustan tus entregas!! ¿Y te la llevas a un antro? No desentonaría con el ambiente. Que pasará que pasará..
queremos el 3º!!queremos el 3º!!!queremos el 3º!!! ^_^
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